Nos pasamos la vida buscando un equilibrio que no existe. Como si en el desierto no hubiera dunas. Como si el mar no tuviera olas y el cielo agujeros negros. La tecnología actual y especialmente las redes sociales nos hacen soñar en casas ordenadas, madres sin ojeras sonrientes, emprendedoras éxitosas. Cumplen, llenan nuestra necesitad de soñar. Nadie habla de esas dunas, de las curvas que hay que doblar. En esto piensa Camila con el móbil en mano y la taza de café ya fría sobre la barra. Lo piensa mientras mira la pantalla de su Instagram. Aún lleva el pijama. El libro hace rato quedó apartado con el café, como el tiempo que quedó congelado.
La luz entra suave aunque ópaca en la galería. Su rincón preferido para aislarse de esas curvas que la destabilizan. Al fin y al cabo, siempre hemos buscado la belleza. Desde los cuentos de princesa, las historias de caballeros y piratas. La búsqueda de la felicidad. Mantener ese momento en qué nuestros corazones bombean al ritmo de una sonrisa.
Ayer fue un buen día, uno de esos sin curvas. Donde la paz de la cocina baila al ritmo del alma. Un día bueno para cocinar, crear, aprovechar restos de la semana y empezar una nueva donde borrará los trazos de la anterior. Esos que no le gustaron tanto. Los que le obligaron a tomar aire, respirar para emprender el camino de nuevo.
Esa crème diplomate será perfecta. Poner en un cazo todo lo que sobró, le quito la energía y transformarlo en algo positivo que le alimentará en esos días donde la luz se hace a veces difícil de mantener. Pero la luz se puede crear, sortear, bloquear, rebotar. Y eso Camila, lo sabe.
El café está frío en la barra. El libro hace tiempo que lo cerró. El frasco vacío y Camila sonríe hacia la cocina. Un día más.
Este clásico francés por mucho que se llama crema os recordará mucho a la textura de un pudding. Y es que en Francia se llama “crème” desde la nata de montar a la crema pastelera, el flan. Es un clásico fácil de hacer y económico que os ayudará a sacar restos de pan, brioche o en este caso croissants. La podéis hacer en vasos o en un molde tipo plumcake. El resultado es simplemente delicioso. ¿Os animáis?
Dificultad: Fácil
Tiempo de preparación: 15 minutos
Tiempo de cocción: 1 hora
Utensilios: moldes individules que vayan al horno, boles, espátula, una bandeja honda para el horno, varillas
Ingredientes para 6 personas:
240g de brioche, pan o croissants. No tienen por qué ser del día Obviamente está mejor con brioche que con pan 😉
4 yemas de huevo
4 huevos enteros
300g de azúcar
10g de lícor de naranja (crointreau, optativo)
1l de leche
50g de naranja confitada (optativo)
mantequilla y azúcar para los moldes
Elaboración:
Cortamos en dados pequeños el pan, brioche o croissants. En un bol batimos las yemas, los huevos enteros y el azúcar. Vertemos el lícor de naranja (optativo) y seguidamente la leche sin dejar de batir.
Precalentamos el horno a 180º. Untamos nuestros moldes con mantequilla pomada (que se pueda batir) con la ayuda de un pincel o papel si no tenéis. Vertemos azúcar dentro y volcamos los excesos en un plato, de manera que el azúcar quede pegado en las paredes y el fondo.
Añadimos un tercio de los moldes con los cubos de brioche, pan o croissants. Apretando un poco. Cortamos las naranjas en daditos (optativo) y la repartimos en los vasos.
Llenamos los vasos con la crema.
Colocamos los moldes en una bandeja de horno con el fondo lleno de agua fría. Vamos a hacer un baño María al horno.
Horneamos una hora. Dejamos enfríar.
Espero que os guste esta propuesta y os regale un momento de felicidad.