
Disfruto observando a través del cristal los cambios que se producen día tras día, hora tras hora. Y no sólo observo, huelo cada transformación.
Es la naturaleza en todo su exponencial.
Esta atracción por la magia de la vida es la que me empuja a seguir aprendiendo, experimentando y descubriendo al igual que a los compañeros y compañeras que voy
encontrando por el camino en los talleres. Juntos aprendemos y compartimos nuestras ganas por entender y mejorar.
Alimentar, resucitar, revivir, secar, rehidratar, compartir. La masa madre es como un bebé. Hay que mimarla. Y las harinas son todo un mundo. Todo tiene su qué y su razón de ser.
Desafortunadamente no dispongo del tiempo que desearía para elaborar pan. Pero disfruto mimando mi masa madre día tras día mientras espero que llegue el sábado para meterme de lleno manos en la masa y elaborar de la nada un pan rústico o un maravilloso pain brioché con que vestir las mesas el fin de semana.

Tendré que contenerme, porque este sábado volví de nuevo a Bonsfocs. Esta vez para iniciarme en la vionnesserie. Otra vertiente que promete y mucho.
De momento os dejo con unas imágenes del pasado taller. En posteriores posts espero poder mostrar parte de sus secretos. Parte del encanto es poder compartir.