El taller de iniciación a la pasta casera del pasado fin de semana era uno de los que más me apetecía. Le tenía muchas ganas. Y no me defraudó.
Hicimos 4 tipos distintos de pasta: espaguetis con harina de castaña (deliciosos, pura mantequilla en la boca), ñoquis, que mi hijo se encargó de no dejarme probar, oriquiettes de espinacas y lo mejor: raviolis con ricota casera. Lo más.
Los raviolis los disfrutamos juntos como merecido premio a una dura mañana de trabajo. Y son sin duda los mejores que he probado en mi vida.
Descubrí nuevas harinas: la de castaña y la semolina. Y me atreví finalmente a amasar sin el cuenco a partir de un volcán de harina en el mismo mármol.
Me fascinó la creatividad y sabiduría de generaciones de mujeres para dar forma a los ñoquis y oriquiettes con un simple tenedor.
Para variar, la estética no es lo mío. Se me da mejor el toque rústico, definitivamente 😉 Pero disfruté como una niña con la clase y me fui súper orgullosa a casa con mi pasta.
Lo mejor sin duda otra vez el grupo y los anfitriones a quiénes pronto veré de nuevo para hacer cocas de San Juan.
Ahora toca poner en práctica lo aprendido. No puedo esperar de la impaciencia.
Cuando obtenga los resultados os los mostraré y compartiré sus secretos.